Star Wars Episodio VIII Los Últimos Jedi (Star Wars, Episode VIII The Last Jedi).

Creo que pocas veces he visto una división de opiniones más furibunda, pasional, irracional y destructiva que la que he encontrado con esta película. Se ha dicho de todo: desde que es la mejor de la saga a que es la peor y Disney se la ha cargado sin redención posible, que si los nuevos personajes son la sosez, que si son mejores que los clásicos, que si el humor es al estilo Marvel, que si no tiene la esencia, que si es más de lo mismo, que si rompe con todo lo establecido… Lo dicho, la guerra no está solo en la gran pantalla, sino también en Internet, de una forma que nunca había visto, ni siquiera con Thor Ragnarok. Es demencial.

Por eso, a la hora de enfrentarme a la crítica, no tenía ni idea de cómo enfocarla. Me pasaron entonces un artículo que me aportó muchísimo y con el cual estoy completamente de acuerdo y me orientó más o menos, sabiendo ya en qué centrarme. Porque es verdad que Episodio VIII no es perfecta, no al nivel más formal de un blockbuster, pero cuanto más lo pienso más considero que se trata de un caos narrativo totalmente intencionado. Puede convencerte o no, puede funcionar para ti o no, pero yo, personalmente, no me imagino una forma mejor de tratar de lidiar con tanto personaje, tanta historia elogiada y mitificada, tanta responsabilidad a la hora de cortar con lo antiguo para dejar paso a lo nuevo… esta película es un reto, uno muy jodido y antipático, de los desagradecidos, que por mucho que te esfuerces van a llover críticas, sobre todo si no tratas de contentar a los fans.

Y os puedo asegurar que Rian Johnson, director también de Looper y algunos de los capítulos más encomiables de Breaking Bad, no quiso contentar a nadie. No, señor.

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Esta película juega mucho muchísimo con las expectativas del fan, y no creo que sea algo improvisado, porque es verdaderamente importante el papel que jugó Episodio VII como entrega nostálgica con una estructura narrativa prácticamente idéntica a la primera de la trilogía clásica, para darle al espectador el “sabor de siempre” con algunos ingredientes nuevos. Dejando en el misterio detalles con los que se ha especulado estos dos largos años, con una seguridad por parte de algunos para decretar que Rey es una Skywalker, que Kylo superará el Lado Oscuro al estilo Anakin al final del Retorno del Jedi, para que Luke se pase al mismo posteriormente para convertirse en el auténtico Final Boss… De todo esto eran muy muy conscientes los autores de Episodio VIII, tanto que han querido jugar con nosotros y…

A partir de aquí: SPOILERS. Si no has visto la película, por favor, no sigas leyendo.

…han decidido ofrecer unas pautas conocidas de la saga para luego arrojarlas con fuerza a la basura. Sin respeto, es cierto, nada es sagrado, más para bien que para mal. El mejor ejemplo lo tenemos en el juego metalingüístico ofrecido por Snoke, cuando se dirige por vez primera a Kylo y le habla como si fuese un espectador que odia al personaje, prácticamente le dice todo lo que leímos en foros sobre este “sosías de Darth Vader”. Es una jugada magistral que demuestra que nos conocen, que quieren sorprendernos con “nuestros juguetes”. Arriesgando, pero sin llegar a salirse nunca de los márgenes, porque al fin y al cabo los realizadores también son fans, y se nota. Irónicamente, la ruptura de clichés todavía sigue una línea bastante continuista. Es decir, los Siths siguen siendo Siths y los Jedis siguen siendo Jedis. La paradoja es que lo son de una forma aún más fiel a la trilogía original que cuando George Lucas los trató en sus precuelas.

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Este episodio se atreve a unificar casi todo lo que ofrecían las anteriores, haciendo que la historia fluya, que no se sienta forzada a unos esquemas prefijados. Dentro del caótico desarrollo, hay una serie de mensajes claros con los que insisten y son, sinceramente, maravillosos. El hecho de que Rey no sea la hija de quien todos esperábamos no es por capricho, es porque el guion insiste en que la Fuerza no es exclusiva de unos pocos. Que hagan mención de la horripilante (conceptualmente hablando) Orden Jedi de las precuelas, calificándola de aquella aberración que provocó la ascensión del Lord Sith no es casualidad. Todo conduce a lo mismo: un Jedi puede venir de cualquier parte, solo hay que tener la voluntad y el camino correcto para serlo. Vuelve la filosofía zen, el toque religioso del poder para el bien común… todo aquello que Yoda predicaba en el Imperio Contraataca, más desarrollado y llevado de otra forma por un personaje con muchos matices como es Rey, todavía buscando descubrirse a sí misma. ¿Cómo es posible que un cualquiera pueda ser tan poderoso? Esa es la cuestión: ya no hay elegidos, uno construye su propio camino. Ser Jedi ha dejado de ser algo imposible en manos de una élite inalcanzable y lejana al espectador.

Por si todo esto fuera poco, la historia no va solo de Rey, todos tienen algo que aportar y están interconectados con la ruptura del pasado, pero sin olvidarlo. Finn hace dúo con un personaje nuevo, Rose, que es otra rebelde que admira al antiguo Stormtropper por sus hazañas vistas en Episodio VII. Ambos interactúan y se conocen (haciendo que el espectador los conozca también) en la que es la parte más narrativamente torpe de la película, la ingrata escena del Casino galáctico, que cuando te paras a pensarlo resulta ser más necesaria de lo que parece, pese a sus fallos. La relación de ambos personajes sirve para explicar cuál debería ser realmente el propósito de la rebelión. En una saga donde estamos acostumbrados a los sacrificios, Rose nos da una lección sobre dónde debería estar realmente el corazón de una lucha contra la tiranía: “no luchamos para ganar, sino para salvar aquello que amamos”. Nunca los Rebeldes me habían parecido más inspiradores.

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Me dejo a los mejores para el final: Luke y Kylo Ren. El que se presentó como un villano sin mucho lustre en la anterior entrega, se luce aquí al convertirse en uno de los personajes más ricos de la saga, en cuanto a motivaciones y cómo se fraguaron. Me atrevo a decir que incluso es el Sith más “puro” que se ha creado, al estar TAN sumergido en la ira, es una sensación que lo corroe hasta niveles puramente viscerales. Solo hay que verlo gritar “MATADLO YA” repetidas veces, refiriéndose a Luke, en su último encuentro. Es absolutamente destructivo, pero incluso para sí mismo. Sabe que estará siempre bajo la sombra de su abuelo y por ello decide ser algo nuevo, intenta ser más que él, el Lord que conquistará toda la galaxia. Solo quiere lo que cree que le corresponde, lo que es suyo, y todo desde su profunda admiración hacia Rey, a quien irónicamente ni siquiera odia, sino que la admira por lo que es: la hija de unos chatarreros. Este personaje no sería tan fascinante sin Luke, quien Mark Hamill interpreta mejor que nunca, convertido en una leyenda para su disgusto, porque cree que nunca estuvo a la altura de lo que se esperaba de él. Son el ying y el yang, acomplejados por lo que se espera de ellos, se complementan a la perfección, y resulta asombroso cómo con una sola película, y con tantos personajes, sientas esa conexión tan brutal entre ambos, palpable cuando están “frente a frente” (ya me entendéis) al final. Maestro y alumno, convertidos en enemigos, grises en sus motivaciones, blanco y negro en sus acciones.

Podría continuar hablando de cómo incluso el personaje de Benicio del Toro aporta algo más a la saga en cuanto a política, o cómo Poe Dameron se convierte en un hombre poco confiable a raíz de su heroísmo desinteresado pero también peligroso en su insensatez. El guion, en resumen, cuestiona a sus personajes, cuestiona a la saga, cuestiona al espectador mismo… lo cuestiona todo, es consciente hasta de cuán ridículo es que los enemigos se obcequen a perseguir al Halcón Milenario mismo, esa “chatarra”. Es un guion bien medido, algo incómodo a veces, y trufado de algunas de las secuencias más hermosas que ha ofrecido la franquicia. Me declaro, por ejemplo, completamente enamorado del escenario de la batalla final, con ese suelo de sal que parece como si pisaran sangre. Me encanta que el duelo final de sables-luz esté rodado como si fuese uno de samuráis midiendo sus fuerzas a partir de miradas y fintas sueltas. Me dejó sin aliento la escena del crucero partiendo en dos al destructor tras entrar en el hiperespacio para ganar fuerza. Se me ha quedado grabada la sala roja, con sus soldados acorazados, donde se sienta Snoke en su trono. La secuencia de la hermana de Rose luchando por soltar las bombas del carguero en el prólogo es un cortometraje magnífico en sí mismo. Qué pena que el desarrollo no esté a la altura y que se salte tanto de una escena a otra sin dar respiro, no se sabe cuál es la introducción, ni el nudo, ni el desenlace. Algo que juega en su contra, pero que es difícil imaginar de una manera mejor sin quitar algo. Y la verdad es que, cuanto más lo pienso, más relevante me parece todo.

¿Qué es Episodio VIII entonces? La entrega que nadie quiso. Con sus fallos y sus numerosos aciertos. Todo lo que sus autores querían contar. Un riesgo asumido, un diamante imperfecto y un buen espectáculo con espíritu propio, al fin y al cabo. No tiene por qué gustarte, pero se siente como si de verdad intentasen ofrecer algo diferente en una franquicia que se sentía obsoleta. El camino, a partir de aquí, es imposible de vaticinar. ¿No es eso lo que importa?

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