Spider-man Homecoming 2017.

No os imagináis cuánto pospuse en su día esta reseña. Escribí antes las de de Passengers, Life, Animales Nocturnos y La Chica del Tren, las cuales vi posteriormente. El motivo no es otro que dejar pasar el tiempo para ver si mi euforia después de verla en cine se relajaba un poco. No me pasa con cualquier largometraje, pero sí me ocurre a menudo con los de Marvel Studios. Algunos malpensados dirían que es por mi evidente y nada escondido fervor hacia los personajes de la editorial de cómics del mismo nombre y no les faltaría una parte de razón. Pero lo cierto es que esa productora tiene una forma de enfocar sus películas que conecta muy bien conmigo, incluso aunque les salga mal, todavía no me he aburrido ni lo he pasado mal con ninguna. Esto no se debe solo porque sean superhéroes, si así fuera debería ocurrirme lo mismo con las películas de X-men o Batman y, lamentablemente, ese no es el caso, no con todas al menos. No, es porque el universo de los Vengadores tiene un carisma en su despreocupada puesta en escena que me enamora, y la cohesión conseguida con todas las franquicias me asombra, siempre mejorando en cada secuela que han realizado, superándose con cada fase. Podría afirmarse que han logrado afianzarme de una forma que otras no lo han conseguido, por méritos propios, con cada piedra pulida en el camino. Así que, como comprenderéis, preferí tomarme un tiempo para no dejarme llevar con la inmejorable impresión que me llevé con este último estreno tras salir de la sala.

Con Spider-man lo tenían más difícil que con ninguna otra, más que nada porque la trilogía de Sam Raimi me parece bastante maja, más las dos primeras que la tercera, como a todo el mundo. Pero es evidente que son unas películas que han dejado bastante huella en el género, aún con sus fallos, que no son pocos. De hecho, me atrevería a decir que la productora de Guardianes de la Galaxia ha cogido bastante de aquellas, en cuanto a tono especialmente, para amenizarnos con sus propuestas, solo que yendo mucho más allá. Siendo así, ¿cómo diablos iban a sorprendernos a estas alturas con el trepamuros, siendo un personaje que ya hemos visto y que además contaba ya con un reboot (fallido) a cuestas? Había que reinventarse, otra vez, para no ofrecer más de lo mismo y que el público no les acusase de tomar a uno de los buques insignia de la Casa de las Ideas (así llamada la editorial Marvel) para hacer dinero sin más. Había que demostrar que tenían algo que contar y que, sobre todo, conocen mejor que nadie al superhéroe arácnido. Tenían la desafiante labor de superarse.

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He leído opiniones de todo tipo, pero la menos agraciada que más se repite es la de “es una versión infantil y poco fiel”. Es importante recalcar esto, porque ambas cosas se pueden discutir, y mucho. La primera, esta película puede ser tan infantil como las de Raimi, al mismo nivel, ninguna presenta un grado mayor de violencia, traumas, ambiente asfixiante, personajes realmente complejos y adultos… No, si Homecoming es infantil, las de Raimi también lo son. El enfoque es similar, como decía: parece que siempre hayan bebido de aquella trilogía, del mismo modo que ésta bebía del Superman de Richard Donner. La única diferencia es que, por una vez, el protagonista SÍ es un adolescente, con todas las letras, pero eso no hace más infantil una película, del mismo modo que Stranger Things o It no son para niños, solo por estar protagonizada por críos. Se dice esto, sobre todo, porque es una comedia adolescente al estilo de Regreso al Futuro, con todo lo bueno que ello conlleva. Si no te preocupa (qué cosas) ver una película de superhéroes ágil, desinhibida, sin complejos, hecha con simpatía y con ingenio, buenos gags… esta tiene todo eso y más. Si buscas drama, mucha introspección (que algo hay, solo que no es lo principal), puños apretados, personajes cínicos sufriendo en busca de venganza… mejor vete a ver otra cosa. Lo bueno y lo malo de esta película de Jon Watts (agradable sorpresa, este director) es que tiene muy claro lo que pretende ser.

En cuanto a la fidelidad con respecto al cómic. Es un ejercicio de adaptación muy curioso, porque a primera vista, desde un repaso superficial, parece como si el cómic les importase tres mierdas a los realizadores, queriendo hacer su propia historia basándose en lo ya establecido en una película anterior ambientada en ese universo: Civil War. Como decisión, esto último es tan aceptable como tratar de calcar un cómic, solo que esto último no tendría ningún sentido, ya que el objetivo principal ha sido siempre crear una historia de Spider-man dentro del universo Marvel cinematográfico, que ya está más que establecido con más de una docena de películas. Así pues, aquí se aprovecha al máximo todos los guiños y particularidades que hemos podido ver en las películas de los Vengadores y sus miembros en solitario, a la vez que establece el propio “microverso” del trepamuros, su propia parcela personal.

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Y es ahí donde demuestran conocer bien los cómics del personaje, pues se han dedicado a contarnos una historia a nivel personal, con una amenaza no demasiado global, donde prima la importancia de ser un héroe, responsabilizarse por unos poderes que te han sido otorgados. Este Peter Parker no debe detener a un megalómano al nivel de un villano de James Bond que pretende conquistar el mundo o un ente cósmico con afán de destrucción total. No, su primera némesis no es siquiera su antítesis, como suele ser habitual con las películas de origen. Es más, la película ni está enfocada como tal, parece más bien una secuela, con un esquema argumental menos rígido de lo habitual.

Los guionistas saben que ya conocemos de sobra de dónde provienen los poderes de Spidey y por qué se puso el traje y decidió usar ese alias, así que profundizan en su desarrollo como héroe. Demostrándonos que, incluso siendo torpe e ingenuo, puede llegar a ser más grande, gracias a su sacrificado empeño, que otras bestias pardas como el Capitán América o Iron Man, con quienes puede compararse al fin, al convivir con ellos en un mismo universo por primera vez en cine. Precisamente por eso mismo, es una premisa inteligente y que, además, es común encontrar en cualquier cómic importante del personaje. En otras palabras, Peter no puede ser más genuino: es ingenioso, obcecado y se coloca el mundo a los hombros aunque la situación le venga enorme, sin olvidar nunca lo que es y, sobre todo, muy contento por ayudar. Su emoción por lo que él considera justo es contagiosa, y muy divertida de ver gracias a un Tom Holland perfecto en el papel, tan natural como entretenido. Se nota que disfruta, y nos hace disfrutar a nosotros. Es, sin duda alguna, la versión más completa que se haya mostrado hasta ahora en el celuloide, equilibrada en todas sus facetas.

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Pero hay una serie de elementos a su alrededor que podrían hacernos creer que ahí se acaba cualquier parecido con el referente original: el traje es tecnológico, el Buitre tiene otro enfoque diferente (no en todo) al original, sus secundarios son diferentes a los acostumbrados, tía May es jovencísima… No se puede negar que se han tomado bastantes licencias. La cosa es que, como decía, son superficiales, porque consiguen transmitirnos a los lectores unas sensaciones similares a las vividas en los cómics. Que sí, con personajes cambiados, pero por motivos razonables: conseguir una mayor capacidad para la sorpresa (un giro inesperado que tiene el mismo “sabor” que uno vivido con cierto Osborn) para los fans, una forma de actualizar el entorno para mostrar el barrio de Queens de Nueva York de una forma más acorde a la realidad (esto se ha criticado erróneamente como “la tiranía de lo políticamente correcto”) y cierto margen para dejar elementos más deseados para futuras secuelas. Porque no conviene darlo todo a la primera, ¿no?

Y aún no dándolo todo, irónicamente, dan mucho. Recapitulando: es condenadamente entretenida, no da respiro, transmite momentos del cómic de una forma diferente y el personaje protagonista, junto a su entorno y villanos, es carismático y divertido. Tiene un enfoque tan acertado que me hizo pensar que una película de Spider-man dirigida por Robert Zemeckis y producida por Steven Spielberg en los años ochenta no sería muy distinta a esta, al menos en cuanto a entretenimiento y sense of wonder.

Eso son palabras mayores, y por eso quería reprimir un poco mi entusiasmo. No lo he conseguido. Id a verla sin prejuicios y os garantizo que, como mínimo, lo pasaréis genial.

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