Kong: La isla calavera (Kong: Skull Island) 2017.

Cuando se anunció esta película recuerdo que lo primero que pensé fue «joder, ¿otra de King Kong?». Luego vi los tráilers y mi interés decreció más, si cabe. Peor todavía, cuando salieron las primeras críticas eran todas tan tibias (excepto contadas excepciones) que decidí que esa no iba a ser una película que vería en cine.

Oye, cómo me arrepiento.

A veces lo único que se necesita para hacer un buen filme es tener las cosas claras. Y, joder, vaya si este las tiene. Con un par de cojones y mucha mala hostia, con gore de monstruos incluso. Vamos a empezar por el principio, que estoy divagando.

En sus primeros veinte minutos, estaba seguro de que iba a ser un bodrio, porque el ritmo era enfermizamente endiablado, el monstruo que da nombre al título aparece excesivamente pronto y el momento de los helicópteros lanzándose de lleno contra él me pareció ridículo. Nada vaticinaba que fuera a ser un pepinazo, pero a medida que avanzaba, tomándose un respiro de vez en cuando y manteniendo el interés de fábula, empezaba a darme cuenta de que si bien el filme no se toma demasiado en serio a sí mismo, sí tiene un transfondo y unos personajes realmente interesantes y más profundos de lo que parece. Esto, para mí, fue una sorpresa mayúscula, ya que aparte de tener una acción fabulosa, con muy buenos encuadres y un King Kong que es una orgía visual para todo fan del bicho (como he sido yo siempre), lograron emocionarme y mucho por el final, con una sencilla escena rodada en plan vídeo casero. Esto es magia, señores, hacía tiempo que no veía una película donde te hacen disfrutar mostrándote cómo se ahostian unos seres grotescos mastodónticos para, a la escena siguiente, ofrecerte un agudo diálogo que critica de lujo la Guerra de Vietnam (y todas las guerras, en general).

1200

Y es que bajo esa apariencia de blockbuster ligero, Kong Skull Island tiene el acierto de ser una película antibélica y antipatriótica bastante cínica e irónica. Porque utiliza todo el guión para decirte que EEUU se equivoca enviando tropas a la guerra y que, a veces, el enemigo se lo crea uno mismo, incluso a su propia conveniencia. Los personajes son una herramienta fabulosa para explicar todo esto, destacando especialmente John C. Reilly como Hank y Samuel L. Jackson como Packard. Ambos son totalmente antagónicos, han vivido guerras diferentes, mientras que uno está cansado de ellas (e incluso se reconcilia con el enemigo), el otro siente que ha perdido demasiado y debe marcar una diferencia, darle algún sentido a todas esas muertes que no llevaron a ninguna parte. Es genial porque son personajes muy ambiguos, pese a que uno puede resultar entrañable y el otro remarcadamente obstinado, pero son los que hacen que la película suba enteros.

También me gustaría destacar que los personajes son tantos y con tantas estrellas que pensé que sería fácil adivinar cuáles caerían y cuáles no. Vamos, que creía que tenía muy claro al principio quiénes eran carne de cañón y quiénes los protagonistas del filme. Pues bien, a excepción de unos pocos, os puedo asegurar que no es tan sencillo como parece, que pese a algunos clichés el filme se preocupa por sorprenderte. Unos se ven venir, otros no y el resto te deja con dudas. Lo cual, viniendo de una trama tan propensa a seguir esquemas establecidos, es un soplo de aire fresco.

¿He mencionado ya que, aparte de eso, tiene una fotografía excelente, un buen casting y es un divertimiento ágil con un toquecito pulp muy molón? Una sorpresa inesperada, oigan. Creo que se revalorizará en el futuro. Para mí una de las mejores versiones que he visto del mono gigante, por encima de la de Peter Jackson.

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.